NOTA ORIGINAL: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=623869 Una situación desoladora: vecindades enteras
quedaron incomunicadas por falta de caminos y de oportunidades para
subsistirHay 601 pueblos que podrían desaparecer
Por José Ignacio Lladós De la Redacción de LA NACION
Lunes 2 de agosto de 2004 | Publicado en edición impresa
 La desolación ganó las vías en Carlos Casares
(Pehuajó), donde el tren no pasa desde hace años Foto: Rodrigo Néspolo
En Capitán Castro, en el partido bonaerense de Pehuajó, queda una
escuela a la que asisten chicos de pueblos cercanos, pero ya no funciona
el club social Andrónico Castro, ni el almacén de ramos generales al
que todavía le cuelgan un par de tiras plásticas de la cortina de
entrada, ni las formas de la plaza situada frente a la estación de tren,
que ahora está ocupada por un matrimonio de jubilados.
Pero éste no es un caso único. En la Argentina hay por lo menos 601
poblados en vías de desaparición porque sus habitantes tuvieron que
emigrar tras quedar incomunicados y sin recursos económicos para
subsistir. Son 276.664 personas -casi el 40 por ciento de la población
rural del país- a las que la subsistencia se les complica. Es una
situación peor que la que existía a comienzos de la década del 90,
cuando "sólo" 163.066 personas vivían en "nada más" que 423 grupos de
viviendas marginadas del circuito socioeconómico.
Las estadísticas surgen de estudios realizados por la Asociación
Responde, cuya titular, la investigadora Marcela Benítez, trabajó a
partir de los últimos censos poblacionales del Indec. No analizó la
situación ni como "negativa" ni como "positiva", sólo interpretó los
números. "Lo dramático es que la gente se haya tenido que ir forzada por
falta de apoyo o estímulo, y no por voluntad", opinó.
A la demógrafa Elsa López que los habitantes de los pueblos más chicos
hayan emigrado para sobrevivir le parece bueno, porque en las ciudades
medias hay servicios, centros de salud, escuelas y, probablemente, más
posibilidades de conseguir un trabajo. "No es malo reaccionar e irse de
un lugar sin perspectivas. En todo caso, el problema es que estos
pueblos hayan quedado incomunicados por falta de caminos y variantes
para subsistir", dijo.
Capitán Castro es un reflejo de esta situación: por allí, hace años que
no pasa el tren y que los caminos de tierra desaparecen cada vez que
llueve.
"Bailes espectaculares"
"Acá vivía mucha gente. Los fines de semana venían orquestas de la
Capital y había unos bailes espectaculares", rememoró María Rosario
Fadón, una de las pocas nativas que nunca emigraron. Tiene 63 años y
considera "tristísimo" el decrecimiento del pueblo.
Capitán Castro está situado casi a mitad de recorrido entre Rosario y
Puerto Belgrano, ciudades a las que unía mediante el tren. La estación,
parada obligada entre esas localidades portuarias, promovía un flujo
permanente de visitantes que daba color al lugar. Pero el tren dejó de
circular y la historia cambió. En el 87, durante una inundación,
desaparecieron las vías, y el ferrocarril no volvió más.
En La Sofía, partido de Carlos Casares, la vieja estación de trenes es
hoy un depósito de botellas viejas, un colchón agujereado y una cama
coja. Aún se nota el entramado urbano, conformado por manzanas
cuadradas, vestigios de lo que fue el sistema de iluminación y una
arquitectura que incluye una iglesia cerrada con candado y un almacén en
el que se acumulan botellas de la década del 80 y hasta un Clarín de
1984.
Hay una escuela, también. Y funciona, pero ninguno de sus siete alumnos
vive en el pueblo.
"Una vez, estuvimos dos años incomunicados, porque se vino el agua, se
inundó todo y no teníamos manera de salir. Nos trajeron un poco de
comida en un anfibio y en helicóptero, pero fue duro. Subsistimos
comiéndonos a nuestros animales", confió Marcela Domínguez de Vizcarra,
censista en el último estudio demográfico de 2001.
En La Sofía ya no se oficia misa. El cura, que llegaba de Carlos
Casares, no fue más cuando la población se redujo de más de 200, en los
años 70, a los menos de 50 en los 90. Obviamente, en casi ninguno de
estos pueblos hay luz ni gas ni agua caliente.
En Villa Lynch Pueyrredón, en Bolívar, se ve la instalación de postes de
electricidad, pero falta un detalle: no hay electricidad. Hoy, allí,
vive Héctor Montes de Oca, un hombre de 70 años que hizo un censo
particular: "Cuando estamos «todos todos todos» somos diez, pero antes
éramos muchos más. A mediados del siglo pasado funcionaba un almacén y
el lugar estaba poblado".
Como Capitán Castro, La Sofía y Villa Lynch, hay 598 pueblos más. Todos
tienen menos de 2000 habitantes y una proyección negativa verificada por
los últimos censos nacionales. A muchos los limitó la desaparición de
rutas ferroviarias. A muchos otros, la falta de caminos transitables. A
todos, la falta de trabajo y de variantes para subsistir. Por eso, están
en riesgo.
Intentan revertir la situación
Para llegar a decir que son 601 los pueblos en vías de extinción, la
Asociación Responde tomó los que, según el Instituto Nacional de
Estadística y Censos (Indec), tienen menos de 2000 habitantes. Comparó
los datos del censo 2001 con los de 1980 y 1991. Los que están en riesgo
son los que muestran una proyección decreciente en los últimos 20 años.
Para evitar esto, Responde promovió un proyecto turístico campestre en
Irazusta (Entre Ríos), otro histórico en Oratorio Morante y Godoy (Santa
Fe), y reclamó la habilitación de vías en desuso para que funcione un
"coletrén", mezcla de colectivo y tren.
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