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¡ No valla al infierno!

A pesar de que no hay excursiones hacia allí ni expediciones científicas, si es posible llegar allí. No todos creen en ese lugar, y de los que creen  no a todos les importa.

Hay una realidad, y es que la vida terrenal alguna vez se termina. No importa si son 70 años o 500, nunca será suficiente, el final siempre llega.

A esta altura se  deducen dos posibilidades: el “otro mundo” o la nada. Si del otro lado solo está la nada entonces no se pierde ni se gana nada, ni aquí ni del otro lado. Lo que esté del otro lado es para siempre, inalterable, infinito. Lo que haya resultado no cambiará jamás.

Con el “otro mundo” si se gana o pierde todo. Podemos concluir entonces que hay dos chances de perder y una de ganar.

¿Qué hay del otro lado?: el cielo y el infierno. Uno es lo suficientemente agradable como para olvidar las cosas de este mundo, el otro es tan horrible que ni los científicos enviarían robots a investigar.

¿A quién consultaría acerca de aquel lugar? ¿A alguien que nunca estuvo allí? ¿Al Diablo, que solo está interesado en robar, matar y destruir? ¿A Dios, el cual usted cree que no le prestará atención o que es como el genio de la lámpara?

Para empezar debería predisponer su corazón a reconocer que solo está de paso por este mundo y que no podrá “salvarse” a sí mismo. Luego infórmese con el que tiene los derechos de autor del universo. Su destino final es su elección y nadie puede decidir por usted:

"Porque tanto amó Dios al mundo,  que dio a su Hijo unigénito,  para que todo el que cree en él no se pierda,  sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo,  sino para salvarlo por medio de él. El que cree en él no es condenado,  pero el que no cree ya está condenado por no haber creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios. Ésta es la causa de la condenación:  que la luz vino al mundo,  pero la humanidad prefirió las tinieblas a la luz,  porque sus hechos eran perversos. Pues todo el que hace lo malo aborrece la luz,  y no se acerca a ella por temor a que sus obras queden al descubierto. En cambio,  el que practica la verdad se acerca a la luz,  para que se vea claramente que ha hecho sus obras en obediencia a Dios.”

 

Evangelio de Juan, cap. 3, versos 16 al 21